Un capítulo especial de fin de año de The Walking Dead donde se quedan sin cuchillos ni munición, encerrados en un almacén abandonado, y desesperados ante el avance de la horda zombie empiezan a abrir cajas mohosas y lo único que hay son matasuegras, tienen que ponerse a machacar cráneos pútridos soplando a pleno pulmón con esos precarios adminículos de papel.
Algunos no dudan en ponerse también los gorritos cónicos de fiesta para protegerse de posibles mordiscos en la cabeza, esas caras de desesperación y lágrimas de pánico, ese escenario de confetti ensangrentado, empiezan a sonar las campanadas y tienen que comerse las uvas con una mano, siguen los rituales hasta el final para contentar a la audiencia más conservadora.
Al final acaban todos muertos, la serie se atreve a reflejar el deseo inconfesable de todo celebrante de noche vieja, cómeme el poco cerebro que me queda, Igartiburu.